Tudela

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Todos mis sueños

viernes, 7 de agosto de 2015

Hay vida después de la política

Aunque últimamente no sea de uso común, siempre se ha dicho que la experiencia es un grado. Valga, para ello, mi propia experiencia, al haber alternado en periodos discontinuos el ejercicio de la política, tanto partidaria como institucional, con el desempeño de mi vida profesional, cuando no me dedicaba a lo público. Muchas veces se tiende a pensar que solo existe el compromiso público, la representación política democrática, máxime cuando una o uno está enfrascado en el quehacer diario que, por cierto, requiere de mucho esfuerzo profesional y personal, dedicación, compromiso y, aunque hoy no se considere así, altruismo en defensa del interés general.

Por tanto, aunque los momentos son difíciles para sostener la afirmación, el compromiso ciudadano, libre y democrático, de ejercer la noble y necesaria actividad política y, derivado de ello, la representación institucional, merece una altísima consideración y un gran respeto y valoración ciudadana. Las dictaduras, tanto de izquierdas como de derechas, también necesitan personas para la representación política e institucional, eso sí sin haber sido estas elegidas democráticamente.

Dicho lo anterior y sin menoscabo de ello, merece una reflexión compartida el entender que dicha representación política y/o institucional debe ser, si es que no lo es ya, temporal y, por tanto, transitoria. El debate sobre la limitación de mandatos siempre ha sido conveniente abordarlo, hoy lo es más que nunca y, más aún, es imprescindible resolverlo mediante imperativo legal.

Esta nueva, necesaria y urgente regulación legal conseguirá algunos efectos positivos. Uno de ellos bien pudiera ser que el representante político se deberá un poco menos a su organización y un poco más a sus representados, por cuanto su mandato tiene un principio y también un final. Otro de ellos será que la autoestima personal subirá, por cuanto se limitará la dependencia orgánica. Finalmente y no menos importante, se conseguirá el reenlace con su profesión, ya que la distancia entre el momento de la excedencia y el del retorno no ha sido infinita.

Para ello, no valdrá, espero que así sea, hacer trampas. Quiero decir que la limitación de mandatos debe ser eso una limitación sin recovecos, sin que la limitación solo afecte cuando se compute el mismo cargo de representación, sino que sea aplicable con independencia de que una o uno haya sido concejal, alcalde, parlamentario, consejero, director general, diputado, senador, etc., etc.. Es decir, que la limitación a dos o tres legislaturas se aplique a distintos mandatos y cargos institucionales, siempre que de ellos una misma persona haya percibido un salario por su desempeño, en régimen de dedicación parcial, total o exclusiva, bien con incompatibilidad o sin ella.

Solamente, a este cúmulo objetivo de virtudes, según mi punto de vista, se pueden contraponer resistencias personales nada, por cierto, altruistas. Estas resistencias se suelen encontrar, por supuesto desde que ejercemos nuestra constitucional democracia, en aquellas personas que no tienen, seguramente porque tampoco antes no lo tenía, profesión, desempeño o empleo donde retornar y humano es pensar ¿de qué voy a vivir a partir de mañana?.

Esa pregunta, lógica desde un planteamiento personal y humano, no corresponde ser respondida desde lo público, por cuanto el ejercicio de la representación política no es un puesto de trabajo obtenido mediante una oposición, ni a través de ninguna agencia de colocación, sino que es un compromiso finito. Por ello, la pregunta debe ser respondida siempre desde el espacio personal y privado y, para ello, no hay mejor opción que la de pensar que la vida personal es de la persona y sus soluciones y alternativas deben ser buscadas y encontradas por esa persona, sin utilizar palancas públicas, ni relaciones institucionales anteriores.

Sirva esta humilde y pública reflexión para todas las personas que han sido recientemente elegidas o designadas democráticamente o lo vayan a ser en un próximo futuro. La responsabilidad es muy importante, la asumida o la que se vaya a asumir, pero la reflexión sobre el día de después debe comenzar, a la vez y en paralelo, en el mismo instante en que se toma posesión de la nueva responsabilidad. La tranquilidad y la independencia que se obtiene cuando uno es capaz, por si mismo, de mantener sus necesidades vitales y familiares cubiertas, con independencia de ejercer el cargo público o no, es inmedible y, a su vez, imprescindible.

Por ello, porque considero que hay vida después de la política, animo a nuestros representantes actuales y futuros a meditar sobre lo escrito y a ponerse en marcha para garantizar su propio retorno a la vida privada, ya que, cuando se accede a un cargo institucional, la maleta de despedida hay que tenerla preparada todos los días.

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