Tudela

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miércoles, 19 de diciembre de 2012

Real Casa de Misericordia, a por otros 25 años más

Recientemente tuve el honor y el placer de asistir al sencillo acto de conmemoración de los 25 años de funcionamiento, en las actuales instalaciones y edificios, de la Residencia “Real Casa de Misericordia” de Tudela, aceptando la invitación que amablemente me envió el actual Presidente del Patronato de dicha Institución, así como al resto de Presidentes y Presidentas que han tenido la misma y grata responsabilidad durante estos cinco lustros.

Fue un emotivo acto, no muy largo de duración pero extenso en sus contenidos y recuerdos, al que asistieron personalidades y representantes institucionales, antiguos y actuales responsables del Patronato, Profesionales, Directivos y, lo más importante, muchos residentes y familiares, así como una representación de la congregación de religiosas que, aunque no nos acompañen en parte de esta última etapa, si lo hicieron durante más de 140 años de vida de esta Institución.

Tuve la suerte de ser el Presidente del Patronato y, derivado de ello, de la Residencia “Real Casa de Misericordia” de Tudela, la cual, junto a la Residencia de la Milagrosa, vienen conformando en nuestra ciudad el esqueleto asistencial de nuestros mayores, tanto de Tudela como de la Ribera o del resto de la Comunidad Foral, desde valores y parámetros sociales y económicos conocidos y denominados como “sin ánimo de lucro” y también como “tercer sector o sector social”.

Si las dificultades que tuvo que afrontar aquel Patronato fueron enormes, a la hora de financiar la construcción de la nueva residencia, donde los imprevistos crecían y los presupuestos de ejecución también, donde la financiación hubo que buscarla hasta debajo de las piedras, no lo fue menos su puesta en funcionamiento, por cuanto se había construido un gran buque, con una capacidad para más de 150 personas, y donde había que garantizar la salida del puerto y su navegación posterior.

Finalmente, la noche de aquel 2 de diciembre de 1987 fue la primera donde los residentes que habitaban la vieja residencia, hoy un bello hotel, tomaron posesión de lo suyo, de sus pasillos y habitaciones, de sus salas y comedores. Todos estábamos inquietos. ¿Qué pasaría? ¿Saldría todo bien?.

Y como suele ocurrir en los grandes retos que se afrontan con ilusión y con esfuerzo compartido, aquella noche se durmió y el traslado se realizó satisfactoriamente. Habíamos cubierto el primer reto, el buque comenzaba a navegar y seguro que se enfrentaría a numerosas inclemencias y ventiscas en su indefinida y duradera travesía.

Obviamente, el éxito de la misión, de la botadura, le corresponde a los Profesionales de la residencia, a su Director, a la Congregación de religiosas y, como no, a la comprensión y paciencia de los residentes y sus familias. Algo había cambiado en Tudela. Otra forma de atender a nuestros mayores sería desarrollada, porque los nuevos tiempos así lo exigían.

Mucho ha evolucionado esta institución nuestra. Y digo nuestra desde la humildad, porque como tudelano que soy la siento también mía. Se ha pasado de conceptos tales como “válidos” o “asistidos” a nuevas catalogaciones derivadas de la conocida como Ley de la Dependencia, desgraciadamente hoy en franco retroceso porque quien decide no cree en ella.

También han evolucionado sus profesionales, sin los cuales nada sería esta institución. Nuevos métodos asistenciales, sistemas de calidad, garantía de derechos de los usuarios, formación continua. En definitiva, que los que allí trabajan no lo hacen solo por el salario, lo hacen porque en su interior hay algo más, unos valores y unas capacidades que están por encima del sueldo.

Ya en este siglo me tocó vivir la residencia desde dentro, desde otro ángulo, como familiar. Decir solamente que mi madre fue feliz. Lo fue por las atenciones que recibió, pero también lo fue porque su familia nunca se olvidó de que allí vivía y, en consecuencia, la visitamos diariamente. Como diría un entendido: “lo malo, lo doloroso no es llevar a tu padre o madre a una residencia. Lo malo es olvidarte de que está allí”. Por tanto, la experiencia fue muy positiva.

Alguna canción dice que “quince años no es nada”. Me sirve para expresar que, en este caso, para la Residencia “Real Casa de Misericordia” de Tudela, veinticinco años no son nada, porque sigue siendo un cuerpo vivo, inquieto y en constante evolución, con una sangre, que son sus dirigentes y profesionales, densa y curtida en la adversidad, que riega eficazmente cada extremidad y cada rincón.

Pero, como decía antes, este gran buque, que navega y navega, ha pasado ya por múltiples inclemencias, sobre todo de tipo financiero o económico, las cuales le han servido de aprendizaje y sorteando muchas olas se ha curtido en el arte marinera. No obstante, hoy no se ven en el horizonte olas, ni de poco ni de gran tamaño. Lo que se avista es una galerna disfrazada de crisis económica, la cual deseo que no llegue a tsunami, por cuanto devastaría todo lo construido en estos largos años.

No deseo que lo que Juan Antonio Bayona ha descrito con gran éxito cinematográfico, mediante su drama “lo imposible”, traspase ninguna pantalla de ningún cine y se instale entre nosotros. No deseo que la soledad que describe en una parte de su film sea nuestra forma de afrontar esta crisis, crisis económica y social que no la hemos creado nosotros. Deseo que la unidad y la defensa del estado de bienestar, de los servicios sociales y asistenciales la ejerzamos todos juntos y sea una prioridad democrática, como lo deben seguir siendo la educación o la salud.

Todo un buen ejemplo del buen hacer, por parte de la Residencia “Real Casa de Misericordia” de Tudela, de sus Patronos, de sus Profesionales y Responsables, de los usuarios y sus familias y un recuerdo para nuestra Congregación de religiosas “Hermanas de la Caridad de Santa Ana”. A por otros 25 años.